LP OBDULIO SANCHEZ CON ARREGLOS DE JORGE CAMARGO SPOLIDORE
LP OBDULIO SANCHEZ CON ARREGLOS DE JORGE CAMARGO SPOLIDORE
ALBUM USADO EN BUEN ESTADO, DISCOS ABURRÁ COLOMBIA
Con la conquista española vino la guitarra enredada en la soldadesca y aquí, aclimatada en el trópico, engendró el tiple colombiano, de cuatro cuerdas primero, que luego aumentaron hasta llegar a las doce —cuatro grupos— que hoy conocemos; y del tiple y con él fue surgiendo la música toda del interior.
Bambucos, pasillos, danzas…; folclore que con los años y los siglos devino en música popular, y se hizo ciudadano. Eran ya los tiempos en que Santa Fe, pueblo grande encerrado entre callejuelas y rosarios, alimentaba su quehacer artístico con las quejas del Romanticismo Europeo y los cisnes y princesas del modernismo de Darío. Y fueron estas estrofas cortesanas y pulidas, pasadas por el tamiz del páramo, las que se aliaron con los hermosos ritmos heredados del pueblo. Son las épocas y legados del bambuco y pasillo bogotanos, de corte centenarísta y bohemio, con muy definidas características, de elegante factura, y con un inconfundible sabor a esa Bogotá naciente e inquieta, bañada del espíritu de ultramar y evocando sus paisajes y sus propias herencias folcloricas. Acaso haya sido su música —la de Wills, la de Patino, la del "Cabo Polo"— tan clara en influencias literarias, y a la vez tan propia, la mejor creación de cultura del Bogotá de principios del siglo.
En Antioquia, entretanto, el pueblo cantaba guabinas y coplas al son de! cuatro y la bandola. En Medellín, Germán Benítez, Clímaco Vergara, Roberto Mesa, componían pasillos y danzas, y luego bambucos, cuando al finalizar el siglo trajo Pelón del interior la noticia del nuevo ritmo. Música semejante en espíritu a la ya implantada en la capital, —pues, al fin y al cabo, la época y el ambiente eran uno solo en el país, y aún en Hispanoamérica— aunque, sin duda, dotada de una mayor dureza, con un cierto matiz y positivo y altanero. Benítez y Pelón, y Alzate Giraldo, y Jorge Molina, y Eusebio Ochoa, y más tarde Blumen, y los Trespalacios, y Carlos Vieco, componían canciones en que los versos eran tomados de Muñoz Londoño, y Duque BernaL y Abel Fariña, y Tartarín, sin desdeñar el préstamo español de un Villa espesa o del primer Juan Ramón Jiménez. Todo un mensaje entre bucólico y decadente, entre romántico y regional, a veces con las últimas audacias del modernismo, y, en lo musical, con los novedosos acordes y cortes que los nuevos artistas aportaban a su lenguaje melódico.
Música bohemia, en que el motivo campesino era un leiv-motiv complementador, vislumbrando al fondo, música en que la capa española y el chambergo castizo afloraban en el compás rítmico, en altas madrugadas generosas y fugaces, música elegante, representativa, y dueña de su propia tradición; música consciente y satisfecha de su rostro personal, solemne y triste, retrato fiel del espíritu que animaba el mundo artístico de la ciudad. Música, en suma, de extrañas calidades y forma originalísima; y patrimonio musical de una época, que ahora, con nuestro pueblo inundado y estragado del mal gusto musical imperante, debemos retomar, en las partes que hoy nos sean válidas, por el hilo subterráneo de la tradición.